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Tarapoto, San Martín

El verdor amazónico, la orquídea moyobambina, los petacones con cecina, el río Huallaga y la isla Shilcayo son la combinación perfecta en nuestra selva nororiental.

Tarapoto es una ciudad apacible, pero calurosa y donde abundan las motos. Es el primer punto al llegar al departamento de San Martín. El paso siguiente es Moyobamba, capital del departamento y conocida como ‘La Ciudad de las Orquídeas’. A solo unos 15 minutos se encuentra el Centro de Conservación Waqanki, de la familia Altamirano, dos hectáreas de orquídeas con más de 200 especies. Entre ellas, la Catleia rex, el símbolo moyobambino.

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Luego enrumbamos por la Marginal rumbo a Juanjuí y, tras una hora de recorrido, nos desviamos por una trocha hacia el albergue Pumarinri, en medio de la selva nororiental. Nos recibe una vista espectacular: un cerro frondoso, el río, un hospedaje con techos de paja en plena quebrada, una cocina al aire libre y picaflores volando. En la noche, la oscuridad absoluta, el monte al frente, el cielo estrellado, el paso salvaje del río, el canto de los sapos y los insectos nos sorprenden. De allí, a dormir.

Al día siguiente, a 15 minutos en carro, y tras dos horas caminando por la selva virgen, llegamos a la catarata Pucayaquillo, de 40 metros de alto y recientemente descubierta. Antes pasamos por plantaciones de chonta, cacao, zapote, caimito y por panales de termitas. Una vez en la catarata, la luz solar apenas entra por el espacio que deja la espesura de la selva. El agua fría y la caída de la catarata. A bañarse.

POR EL HUALLAGA. Un nuevo día, a navegar por el Huallaga. Hay que salir temprano para Chazuta, pueblo que se encuentra a una hora de Pumarinri y de donde se parte en lancha hacia la isla de Shilcayo. Aquí nos recibe Rolando Pinedo con unas huabas (como el pacae). Los Pinedo son una de las cinco familias que habitan la isla, que tiene plantaciones de cacao. Don Rolando corta un pedazo de cacao y descubrimos que es muy parecido a la chirimoya en apariencia y en sabor.

En Pumarinri se cocina con leña y sobre una parrilla de barro llamada tuchpa. El manjar clásico e imperdible es la cecina con chorizo, el maduro y el ají de cocona. Un lujo. De postre, un helado de taperiba, hecho del fruto del mismo nombre. Por todo ello, nuestra selva es una bendición y San Martín es un milagro de la naturaleza.