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Sol & Luna: Ofrecemos un lujo diferente

A veces uno elige de qué lado estar con solo ver quiénes están en el otro margen. Eso le pasó a la economista francesa Marie Hélene Miribel. Tenía cinco años trabajando en una minera peruana pero solo pensaba en irse a una comunidad andina para hacer “algo” por la gente. “Tenía que desarrollarme como ser humano”, recuerda. Por eso en el 2000 creó Sol & Luna, el hotel boutique que hoy posee 80 mil metros cuadrados en el valle del Urubamba (Cusco). Y no solo atiende a los que más tienen sino que involucra a los menos favorecidos.

Usted vivió en Francia (su país natal) y en Londres. Trabajó para una minera en Lima como economista. ¿Cómo entender su vida en el Cusco?
Realmente no tengo argumentos racionales (risas). Solo sé que sentí una necesidad, a los 29 años, de cambiar de vida. Creía que a los 30 no podía seguir haciendo lo mismo de siempre, es decir, trabajando en la venta de concentrados como zinc y cobre. Quería hacer algo con las comunidades locales en temas de desarrollo, con el proyecto que sea. Lo del hotel aún no lo tenía claro, solo sabía que quería crecer como ser humano.

¿Dejar la minería para dedicarse al turismo no era demasiado riesgo?
Lo sé. Pero entonces yo podía arriesgarme: era joven, no tenía hijos y ya había bailado bastante en Lima, en París, en Londres (risas). Además, soy parapentista y había viajado por todo el Perú con mi esposo Franz, habíamos visto bastante.

Pero aún no conocía Macchu Picchu…
Es que cuando me llamaban del Cusco para hacer parapente, yo decía: “No, allá voy a ir a vivir”. Y los amigos de Francia y Londres me preguntaban por las ruinas y aún no las conocía… ¡Y ya llevaba cinco años en el Perú! Estaba loca (risas) pero sentía esa conexión con el valle del Urubamba, aún sin conocerlo. Al renunciar a la minera le dije a Franz lo del hotel sin saber cuánto iba a costar, nada.

¿Así, de la nada?
Es que hace 14 años solo había chacras. ¿Qué tan complicado podía ser hacer una posada para mochileros y parapentistas como nosotros? Para lograrlo tuvimos que trabajar en paralelo haciendo de guías de trekking, en lo que teníamos experiencia, y viviendo en un hostal de S/.10 por noche. Nada vino gratis. Incluso, los primeros US$14 mil de inversión me los prestó un amigo.

Sol & Luna hoy es un hotel boutique ¿Por qué decidió cambiar de objetivo?
La idea era hacer algo sencillo para mochileros y parapentistas pero después sacamos cuentas y no era rentable, porque nuestro concepto era caro: hacer búngalos circulares con amplios jardines, grandes vistas, muy tranquilo y no un edificio cualquiera. Además, cada equipo de parapente cuesta 5 mil dólares.

Tuvo que adecuarse… ¿Cómo inició sus labores con gente “top”?
Le hicimos el tour a un señor que se hospedaba en el hotel Posada del Inca. Resultó ser el representante para América del Sur de una agencia de viajes especializada en la crema y nata de viajeros. No lo sabía, pero le estaba contando de mi próximo proyecto de hotel a alguien importante. Un día me escribió porque quería ver las obras en marcha. ¡Yo solo tenía los 8 búngalos techados con adobe! Aún así confió. Gracias a él abrimos con habitaciones llenas. Vino gente muy “ficha”. Tuvimos a Calvin Klein como huésped, gente que maneja millones.

¿Qué tan importante es manejar un concepto en hotelería?
Es vital. Nosotros, sin darnos cuenta, estábamos ofreciendo un producto que la gente con muchísima plata iba a disfrutar. Gente que estaba cansada de los megahoteles y que, cuando va al campo, quiere armonía y tranquilidad sin sacrificar sus comodidades.

¿Cómo capacitó a mozos y cuarteleros?
Fue complejo. En Urubamba no hay academias, nosotros tuvimos que capacitarlos, sobre todo por el idioma. Muchos decían que sabían inglés pero les preguntabas por su nombre y te contestaban la edad (risas). Terrible, tardamos casi un año en hacer eso, antes de la inauguración. Luego, todo fue una vorágine porque mis ventas en las agencias estaban sobrepasando mi capacidad. Así es que abrimos otro grupo de casitas y ya teníamos 14 búngalos.

¿Las ventas las hace solo con agencias de viaje?
El 90% sí y el 10% se hace de manera directa, vía web. Así nos concentramos en el servicio del hotel, que es nuestro negocio.

Usted tiene la asociación Sol y Luna, dedicada a incentivar la cultura y la educación en Urubamba. ¿Cómo es la figura del empresario que hace trabajo social, además del hecho de ser extranjera?
De por sí es difícil hacer empresa con el “nacionalismo” de las autoridades del Cusco. Los extranjeros no somos bienvenidos y la gente es susceptible al discurso de muchas autoridades que dice que la inversión en el campo les quitará áreas de cultivo. Como yo vivo allá y mis hijos son peruanos, soy vulnerable. Ahora el hotel da sustento directo a 75 familias y no sé a cuántas más de forma indirecta.

Con tanto lío, ¿por qué seguir en el Perú?
Porque las cosas están saliendo bien, más allá de los problemas. El hotel es rentable y me permite hacer mis proyectos sociales para los niños de las chacras. Ese fue mi propósito inicial y en marzo vamos a inaugurar una escuela. Claro, el 2008 fue mucho mejor que este año, pero allá está mi vida y mi familia.

¿Cuánto han cambiado las cosas en el valle desde el 2000?
El precio del terreno está a US$100 cuando a mí me costó US$8. Claro, yo tuve que empezar con pozos sépticos en los baños pero después invertí en desagüe, en luz, porque no había nada. Ahora los inversionistas saben que dedicarse al turista de lujo es una buena opción.

Por: Mayra Castillo – Mi Negocio