Entró a la fuerza, pero ahora no podemos vivir sin ella. El cristianismo fue una imposición traída de Occidente. Pero muy aparte de lo que haya significado en dicho momento, terminó integrándose a nuestras costumbres y creencias. Y a dos días de celebrar la fiesta más grande del cristianismo, veamos cómo nuestras costumbres, distintas y particulares en todo el país, se han compenetrado casi perfectamente con el nacimiento de Cristo.
EN CUSCO
Los villancicos en quechua, un símbolo notorio de la fusión de culturas, jalan la oreja del turista en estas fechas. Los huainos engalanan la ciudad y le dan más ambiente a las ya coloridas ciudades. El 24 de diciembre la Plaza de Armas del Cusco se disfraza de feria, en donde todos los artesanos, pastores y campesinos se reúnen para celebrar el Santiranticuy o, mejor dicho, compra de santos. Si es que está por ahí en ese día, aproveche para comprar trabajos diversos en platería, cerámica, juguetes de hojalata, tela, plumas, piedra y todos los materiales que normalmente se trabajan en la zona. Encontrará infinidad de Niños Manuelitos y los Niños del Espino.
Por otro lado, en Canchis, distrito de San Pablo, se escenifica la bajada de los Reyes Magos y se organizan competencias a caballo entre monarcas que no se llaman Melchor, Gaspar y Baltasar, sino Inkarri (rey inca), Mistirri (rey mestizo) y Negrorri (rey negro). Como para disfrutarlo.
EN LA SELVA
La celebración en esta zona del país no es tan grande ni esperada como en la fiesta de San Juan, sin embargo, también es especial. En casi toda la selva peruana las familias se reúnen y compiten entre los vecinos para calificar los mejores nacimientos y pesebres, para los que todos se esfuerzan y preparan con mucha anticipación. Sin embargo, hay zonas en donde tienen sus costumbres particulares. Por ejemplo, dicen que si uno anda por Chachapoyas y en otros pueblos de la región Amazonas no debe perderse a «Las Pastoras», que son grupos de colegialas disfrazadas con los trajes típicos de la zona. Ellas llevan un niño Jesús, bailan y cantan villancicos, se pasean por las iglesias y rezan el rosario o una novena, colocando al Niño en el nacimiento de la iglesia. Y, en este caso, al igual que las familias, los templos compiten por organizarles la mejor bienvenida.
EN ICA
En la época de la colonia, los esclavos convertidos al catolicismo agasajaban al Niño Jesús con danzas de raíces africanas. Hoy, muchos años después, la costumbre se mantiene, en especial en El Carmen y en Chincha, donde le rinden culto al Niño Negro con toda la alegría y frescura que caracteriza a sus pobladores. Un día antes de Navidad, el zapateo, la música y los violines llenan de ambiente las calles del pueblo para la salida de la Virgen del Carmen, conocida como la Peoncita, que bendice a todos sus adeptos en su procesión. Costumbres que dan fe de la colorida paleta que es la cultura peruana.
CÓMO CELEBRAN EL 25
En la selva, en cuestión de comida, mantienen firmes sus tradiciones. Beben masato, comen paiche, yuca, juanes y demás potajes típicos, convirtiendo este día especial, como ellos saben hacerlo, en una fabulosa fiesta.
En Puno las familias tienen la costumbre de leer hojas de coca pasada la Nochebuena, prediciendo determinados acontecimientos. Allí se organiza la feria del Wawa Q’ato o Feria de Niños, donde se venden nacimientos del Niño Jesús hechos por los artesanos de la región. En algunos poblados de la zona se realizan pagos a la tierra con sacrificio de animales.
En el pueblo de Abancay se realiza la fiesta de la Huaylia, que se celebra el 25 de diciembre con una procesión y donde se realiza el tiachiri, que es la veneración al Niño y se hacen concurso de danzantes con disfraces de luces. Además, en Abancay, Andahuaylas y San Jerónimo los pobladores celebran la Bajada de Reyes con la danza de los negrillos.