Por su estructura de piedra, su majestuosidad y su enigmática historia, la fortaleza de Kuélap es comparada con el santuario inca de Machu Picchu.
En el Perú siempre hay un lugar por visitar. Nuestra privilegiada geografía ofrece un sinnúmero de parajes deslumbrantes y atractivos para los turistas. El hecho de que Cusco sea golpeado por la naturaleza nos invita a mirar a otros lugares del país donde también se lucen la arquitectura y el misterio de nuestros antepasados. Así llegamos al reino de los chachapoyas, donde la fortaleza de Kuélap se alza impresionante. Su acceso es ahora más fácil por la mejorada carretera Chachapoyas-Cajamarca.
La ciudadela se ubica en medio de las montañas y destaca por sus paredes amuralladas que han resistido el paso del tiempo y sobreviven como testimonio del glorioso pasado de esa cultura. Ubicada a 3 mil metros sobre el nivel del mar, en los Andes amazónicos, Kuélap es la prueba infinita de la destreza de los chachapoyas. La gigantesca muralla que protege a la ciudad, y que alcanza los ocho metros, está compuesta por puestos de vigilancia, un torreón y, únicamente, tres estrechos ingresos que podían ser defendidos por un solo guerrero.
En el interior de la fortaleza quedan vestigios de antiguas casas y de centros de culto sagrados en los que se hacían ofrendas. Igualmente, han quedado figuras talladas en las piedras y monumentos que funcionaban como calendario, según la posición del sol.
OTROS ATRACTIVOS. Este circuito turístico también nos lleva a conocer la catarata de Gocta, de 771 metros de alto, considerada la tercera más grande del mundo. A un kilómetro de distancia, antes de llegar a los pueblos de La Coca y Cochibamba, en Chachapoyas, ya se divisa la caída de agua, conocida localmente como “La Chorrera’ porque el agua discurre en dos precipitaciones verticales.
Otro sitio imperdible es el Museo de Leymebamba, donde se exhiben 219 paquetes funerarios. Encontrar esos fardos en medio del bosque nuboso que envuelve a la Laguna de los Cóndores fue un milagro, pues el ambiente húmedo no brinda condiciones para la conservación del tejido que cubre a una momia. Sin embargo, el proyecto Mallqui las recuperó y, ahora, están muy bien conservadas en una cámara especial del museo.
Fabiola Valle, Peru21