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Colán, Piura

A poco más de 15 km al norte de la calurosa Paita se ubica de manera sosegada y pintoresca Colán, un balneario que, a diferencia de otros, atesora aún ese aire histórico que rememora nuestro legado español. Sus coloridas construcciones, muchas que datan de los años 50 y con influencia art noveau, nos hacen retroceder en el tiempo e imaginarnos quiénes fueron los habitantes de aquellas casonas de madera suspendidas sobre grandes pilotes de algarrobo que, cuando la marea se torna alta, parecen convertirse en pequeñas islas enclavadas en el mar.

PUNTO DE UBICACIÓN

Si bien esta playa queda en la provincia de Paita, la forma más fácil para ubicarse es teniendo a Piura como punto de referencia. Una vez que arribe a la moderna ciudad, un tramo de 65 kilómetros (1 hora y 20 minutos aproximadamente) lo separarán del oasis que es Colán. La forma más fácil es alquilar un servicio de buses —como el llamado transportes Dora— que le cobrará un monto de S/.2,50 por persona para movilizarlo hasta Paita. Desde aquí, colectivos o taxis lo podrán dejar en cualesquiera de las filas a las que usted desee llegar del balneario de Colán, en un tramo de solo quince minutos y por un precio promedio de S/.2.

Una vez instalado, ya en alguno de los casi 7 km de playa, es momento de descansar y de dejar reposar los cuerpos sobre las suaves arenas de Colán y, desde luego, aprovechar el tiempo para ingresar en un suave baño en aquel océano sin olas y de color esmeralda (tonalidad por la que le debe el nombre Esmeralda, con el que también es conocido). Eso sí, cuando se dé un chapuzón tenga cuidado con la picadura de las rayas, ya que se puede encontrar con una gran cantidad de estas, más aun si lo hace en un fragmento desolado de playa.

AGENDA FIJA
Después de broncearse y bañarse dese un merecido tiempo para expandir sus dotes sobre historia peruana y visite a solo diez minutos en una meseta desértica el pueblo de San Lucas, donde se encuentra la primera y más antigua iglesia construida en nuestro país en 1536, obra que le debemos a los frailes dominicos. Se dice que esta reliquia de estilo barroco fue la primera edificación realizada por los españoles en el Pacífico sur. De ahí su importancia y su denominación de Monumento Histórico Nacional.

Para aquellos que disfrutan más de la adrenalina, es bueno tener claro que los deportes de aventura en este balneario son una práctica regular. Una decena de agencias y empresas turísticas se encuentran a la orden de los intrépidos viajeros dispuestas a ofrecerles los servicios de windsurf (el más demandado en la zona por su mar y viento) así como la motonáutica e incluso el parapente.

Como digno rincón del norte peruano, la comida no podrá pasar desapercibida. Es por ello que un recorrido a alguno de sus restaurantes, ubicados sobre todo en la segunda fila de casas, lo hará deleitarse con sustanciosos sudados y exquisitos platos preparados con frutos del mar, además de sus ya reconocidos tamalitos verdes.

Luego de ello, disfrutar del “sunset” es algo que recomendamos, pues sus pobladores y muchos de los visitantes aseguran que gozan de las mejores puestas de sol de todo el litoral.

Entre tanto, si no busca ser ajeno a la diversión que va floreciendo a medida que el sol se va escondiendo, los pintorescos bares localizados en el área del pueblo (no tanto en las primeras hileras de casas) serán los puntos obligatorios de visita. Del mismo modo, los restaurantes y hoteles ubicados en los alrededores de la playa también cuentan con sus propios bares. Esto, para un plan más familiar, privado y tranquilo.