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Cieneguilla, una quebrada VIP

Desde uno de los miradores del Sauce Alto Resort, el viajero se enfrenta a un inmenso reto: disfrutar de la naturaleza en medio de un lujo desbordante. Sin embargo, cualquier día es memorable si es que llegas a Cieneguilla dispuesto a alejarte del encierro y de la bulla de la gran ciudad.

Un sol limpio ilumina tu rostro ni bien irrumpes por la carretera –que divide en dos el distrito–, aprecias el perfil de las quebradas y el verdor de los prados y sientes que tu corazón late más fuerte con el olor de la leña quemada.

El clima propio de la región yunga es el mejor para cabalgar y conocer el distrito, que es como un manantial de donde uno bebe y se recobra por la calma que brota de sus calles y estancias ubicadas a los costados de la pista. Los caballos los alquilan cerca del puente (km 25 de la Av. Nueva Toledo) y, otros, un kilómetro más adelante.

Mientras galopas, las hojas de los árboles van estirándose por todas partes bajo un sol seco que invita a detenerse para sentir la suave brisa que produce. Así, sin darte cuenta, puedes llegar hasta los restos arqueológicos de Guaicán (así se escribe), pertenecientes a la cultura Itchma.

A la hora del almuerzo, nada mejor que dejarse engreír por el restaurante El Mesón de Cieneguilla. “El lomo saltado y el cebiche son insuperables”, me dice “Vane’ mientras me mira con ojos donde parece descansar el mar de la tranquilidad. Pero eso es solo una apariencia. Su sangre piurana la traiciona y no deja de hablar y de caminar. Luego parece encontrar nuevamente el equilibrio entre las piscinas y los gansos, que retozan libremente en la laguna ubicada a solo unos pasos del lugar.

Aquí, la tarde cae sin prisa mientras los niños se niegan a abandonar los juegos pese al frío que baja de la montaña. Otros van hacia el “point’ conocido como “La Curva’ en busca de diversión antes de refugiarse en sus suites o bungallows.

Por: Martín Sánchez Jorges, Peru21