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Chalhuanca, del trópico y petroglifos

Viajo por una carretera en la que todo es estrecho, pardo y marrón, salvo el verde brillante de los molles en las orillas de los ríos. Los cerros que forman el valle están cubiertos de árboles pequeños, negros y retorcidos, llamados pati, que siempre están llenos de líquenes y musgos secos.

Hace calor, después del frío de Negro Mayo, el valle por el que viajo es cálido y tropical. Todo es empinado, casi no pasan carros y pienso que quizá el Jurásico fue un poco así.

En este valle se cultivó uva y caña. Sus antiguos habitantes, los orgullosos chancas, pelearon contra los incas, dejando fusiones arquitectónicas de ese encuentro en terrazas y ciudadelas dispersas en pueblos y cerros. En él, jesuitas y encomenderos levantaron templos y minas en torno a la riqueza mineral que tienen sus montañas.

Me encuentro en la mitad de la ruta que une Nasca con el Cusco: en Chalhuanca.

VIAJANDO POR LAS ALTURAS
Chalhuanca es la capital de la provincia de Aymaraes, en Apurímac, está ubicada en el estrecho valle que forma el río Pachachaca, a unos 100 kilómetros de Abancay. Al ser punto medio entre el Cusco y Nasca es un buen lugar donde pasar la noche y descansar en el viaje entre esas ciudades o pasar unos días descubriendo alguna de las rarezas que esconde y pescar en las lagunas que se encuentran en su altura.

Para llegar a esa parte alta, salgo de Tampumayu hacia la comunidad de Sañayca, donde un grupo de mujeres me recibe con sus textiles y con mantas llenas de decenas de mazorcas de maíz de todos los tamaños y colores.

Creo que nunca he visto tal variedad de maíz. A medida que subo con la camioneta, aparece el bosque de orquídeas y uncas de Ñatimarca, desde donde observo el valle del Pachachaca como si fuese una profunda cicatriz en esta parte de la cordillera de los Andes sin nevados y poco escarpada.

A unas dos horas llego a la puna de Chalhuanca. En ella me cruzo con los bosques de rocas de Asnojasa y paredones, que forman un paisaje cuasi lunar, y con manadas de caballos salvajes de largas crines, que me observan extrañados, y cuyos machos pelean entre sí poniéndose en dos patas.

Entro, para mí, en la parte más surrealista del viaje. En el recorrido por la puna llego al templo de Pucaorco, cuya pared principal es una enorme piedra con escamas, y en cuyo interior hay una virgen, dos santos, un antiguo misal en latín y, sobre la virgen, una cara roja dibujada en esa pared–roca de la que el INC (antes Instituto Nacional de Cultura) dijo que tenía origen natural. Es el templo de la Virgen de los Dolores.

Poco después llego a Huayllaripa, una enorme y derruida ciudadela wari, en cuyo centro se levanta un templo jesuita de sillar del siglo XVII. Entro a una cueva, que está junto a él, llena de petroglifos de formas circulares que dibujan como si fuesen rascacielos y escaleras, según los locales, una enorme vulva.

Regreso a Chalhuanca pasando junto a una gran roca sobre la que hay un toro muerto medio consumido por las aves de rapiña.

Un lugareño me dice que lo han dejado ahí, fuera de las rutas de pastoreo, porque si otros toros huelen el cadáver se vuelven violentos y locos. Desciendo hacia Chalhuanca por una amplia pista afirmada que me muestra el valle del río Pachachaca más abajo y que termina en la iglesia de Chuquinga, rica en retablos, pinturas e imágenes de los siglos XVII y XVIII y cuyas tejas exteriores están decoradas con figuras y dibujos de la iconografía inca. Me aseguran que esto es algo único en América. Para mí lo ha sido todo el viaje.

Allá vamos
Ubicación de Chalhuanca:
A 186 kilómetros de Nasca y 125 de Abancay.
Caraybamba, las andenerías más grandes del Perú están a 15 kilómetros de Chalhuanca.

Alojamiento:
Hotel Tampumayu, ubicado a 19 km de Chalhuanca, junto al desvío a Sañayca. www.hoteltampumayu.com

Dónde comer:
en el hotel Tampumayu y en el restaurante Olla de Barro ubicado en la misma carretera frente a la plaza Bolívar de Chalhuanca.

Guía local:
Guido Acuña. tejidosandinos@hotmail.com


Por: Iñigo Maneiro Labayen – Vamos!