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Chachapoyas, reinos entre la niebla

Chachapoyas es un destino rico en naturaleza, arqueología y culturas vivas, su gente es muy acogedora y deseosa de recibir al viajero.

“Alvarado, de gentil presencia y gran autoridad, no consintió hacerles ningún daño ni enojo… que por todos eran trece, camino de los Chachapoyas, llegaron a Cochabamba, donde fueron bien recibidos de los naturales, porque de toda la comarca vinieron por los ver”. (Tomado de Cieza de León, citado por Federico Kauffmann).

Es ya un clásico el recibimiento acogedor de la gente del norte. Lo fue para Alonso de Alvarado en 1535 y lo es hoy para cualquiera que llegue a Chachapoyas, cuna de la civilización del mismo nombre y tierra de exuberantes paisajes rodeados de vegetación, arqueología y buen clima.

LEGADO DE PIEDRA
Chachapoyas, cuyo significado es ‘bosques de niebla’, fue una cultura que dominó parte del norte andino del Perú entre el 600 d.C. y la segunda mitad del siglo XV, en que pasaron a formar parte del imperio incaico. Los españoles, llegados en 1535, los tuvieron como aliados en las luchas contra los incas y el 5 de setiembre de 1538 fundaron la capital San Juan de la Frontera de los Chachapoyas y la establecieron como centro estratégico del oriente peruano e inicio de las expediciones hacia la selva.

TUMBAS Y BOSQUES
La amabilidad y acogida de este pueblo contrasta con su arqueología: verdaderos fortines, ciudadelas amuralladas y cementerios ubicados en los lugares más inaccesibles y frondosos de su territorio. Un ejemplo es Kuélap, ubicada a 70 kilómetros de la ciudad, en la punta de una montaña desde la que se domina todo el valle. Kuélap se encuentra rodeada por un inmenso muro de piedra de 600 metros de largo y 20 metros de alto en cuyo interior se ubican más de 400 casas circulares. Otro aspecto particular de esta cultura, que no tiene precedentes en el antiguo Perú, son los sarcófagos, también en zonas inaccesibles, como los del Pueblo de los Muertos, o los de Karajía en Cruzpata. Estos sarcófagos son enormes moles de arcilla de dos metros y medio en cuyo interior se conservaban las momias de sus antepasados.

Chachapoyas no solo es arqueología. Destaca su naturaleza verde y generosa. Paraíso de aves endémicas, por ser un ecosistema de transición entre los Andes y la Amazonía, de varios cientos de especies de orquídeas y de bosques de helechos y musgos donde habita el gallito de las rocas. Entre su vegetación se encuentran cataratas, como la de Gocta que, con sus 771 metros de altura, es la tercera más alta del mundo, y rutas de montaña para los amantes del trekking, la bicicleta y los campamentos.

Todo Amazonas es un departamento con personalidad. El viajero que lo recorra no solo va a quedar satisfecho sino que, como dicen en la región, el verde del bosque hará que siempre desee regresar. Marcó la gentil presencia y gran autoridad de Alvarado y sus descendientes y marca a todos los que hemos tenido el gusto de viajar por él.

QUE NO SE LE PASE
En la ciudad: Apreciar la arquitectura colonial para terminar en la Plaza de Armas. Recorrer las iglesias del Señor de Burgos y Santa Ana y observar sus imágenes coloniales. Caminar hasta Huancas y contemplar, desde su mirador, las espectaculares vistas del valle del río Sonche. Pasear por el mercado principal y degustar la yuca sancochada o la cazuela de carne. Asistir a la Semana Turística (principios de junio) y disfrutar del Raymi Llaqta.

ALREDEDORES:
Viajar a Cocachimba, a 40 minutos de Chachapoyas y caminar 2 horas por la espesura del bosque hasta Gocta.

Visitar el pintoresco pueblo Leymebamba y su museo. A unas 2 horas de Chachapoyas y a una hora de Leymebamba.

Conocer la iglesia de piedra de Jalca Grande.

Ir a la majestuosa Laguna de los Cóndores a 10 horas de caminata o en caballo desde Leymebamba.

Visitar Kuélap y pedir a alguna familia de la comunidad de María que nos prepare un suculento almuerzo regional.

Contemplar los sarcófagos de Karajía en Cruzpata, a unas 3 horas de Chachapoyas.

Introducirse en la cueva Quiocta y recorrer sus 1.200 metros de profundidad. En Lamud, a una hora de Chachapoyas.






Por: Iñigo Maneiro – Vamos!