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Luces de Caravelí

Pasión por la Virgen del Buen Paso en poblado arequipeño.
Tarde o temprano la nostalgia invade a los migrantes. Y retornan a sus valles, cerros, leyendas y fiestas como la Virgen del Buen Paso, en Caravelí. Este año los hoteles colmaron su capacidad. De la ciuad de Arequipa, de Lima, de Estados Unidos, regresaron a la madre tierra para expresar su devoción y también para volver a sentir; a palpar, a empaparse, en suma, de esa serie de tejidos sociales que forman eso que se llama cultura.

El 23 de enero el proverbial silencio de Caravelí se vio quebrado por la retahíla de cohetes y el repique de campanas. Una multitud se aglomeraba en el santuario de la Virgen de Buen Paso, también conocido como el «Beaterio», por la cantidad de señoras que le rezan y le rinden homenaje a su querida patrona. Pero no todo es solemnidad, una potente banda acompaña al gentío, y la cerveza desborda los vasos, a la vez que un inquietante aroma flota desde las pailas donde reinan lechones y cuyes.

Video, Virgen del Buen Paso, Iglesia del «Beaterio», Caravelí.

El 2 de febrero fue el día central, volvió con fuerza la música, los danzantes, las viandas bajo los toldos, y el tumulto agolpado frente al «Beaterio». La Virgen del Buen Paso fue traída en 1630 desde las Islas Canarias por el pescador caravileño José Alvaro de Andía. En el frontis del templo se habllaba la nonagenaria Rosa Avelina Montoya, quién vistiera a la santa dos días antes. Sin embargo, surgió un problema, no aparecían las llaves del cofre que alberga las joyas de la Virgen. Hubo un momento de indecisión, tenso, pero las beatas más reconocidas comentaron que la patrona quería estar exenta de lujos este año de crisis. Aunque no todos estaban de acuerdo, nadie quería contradecir a la Virgen. El que mantuvo una actitud serena fue monseñor Bernardo Kuhnel, párroco de la catedral de Caravelí.

Después de la procesión del martes 3, los visitantes se retiraron lentamente. Los propios lugareños se arrancaron a la playa Peña Prieta, en Atico, donde son conocidos como «gitanos», pues llevan su casa a cuestas. Y sus esperanzas también: que la Virgencia no les falle en este año tan duro, que llueva aunque sea unas gotitas, para que crezcan los cultivos y la fe del pueblo.