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El cerro protector: SAN CRISTÓBAL

Justina Quicho cree en los milagros. El 11 de marzo de este año subió al cerro San Cristóbal para prender una vela al pie de la cruz. Seis meses después ha regresado al mismo lugar para agradecer a Dios por el deseo cumplido. Rogó que su hija pudiera viajar a Israel con todos los papeles en regla y eso ha ocurrido. Justina me cuenta esta historia en el camino de regreso, después de prender otra vela, literalmente, en la punta del cerro. Acabamos de terminar una visita de veinte minutos a la cruz del San Cristóbal y el minibús que nos ha traído comienza a descender rumbo a la Plaza de Armas. Son las seis y media de la tarde y estamos sentados en el urbanito, nombre con el que se conoce a este transporte, que por cinco soles lo trae a uno desde la cuadra 2 del jirón Camaná hasta el populoso distrito del Rímac.

CAMINO DE CRUCES
Al cerro San Cristóbal se llega en 15 minutos. En el ascenso llaman la atención 14 cruces verdes de madera fabricadas gracias a la gestión del padre Francisco Javier Ampuero, las cuales representan las 14 estaciones del vía crucis. Ya arriba el paisaje que se divisa desde el mirador es impresionante. Sobre todo en la temporada de verano, cuando el cielo está despejado y puede verse hasta Lurín, el aeropuerto y una buena parte de los edificios más importantes de la ciudad: como el Centro Cívico o la Plaza de Toros de Acho. En esas fechas muchos enamorados suben hasta aquí para tomarse fotos, sobre todo en el atardecer, me dice Georgina Zañero, una guía turística con más de diez años de experiencia.

NOCHE DE LUCES
En invierno, debido a la neblina, la vista más espectacular es de noche. A esa hora la avenida Abancay luce como un río de lava por donde circulan miles de puntitos luminosos rojos y amarillos. Lo mismo pasa con otras vías centrales de la ciudad. Son como bombillas de un parque de diversiones multiplicadas en todo el horizonte. Resulta inevitable no asociar este panorama con el que ofrece el mirador del cerro San Cristóbal de Santiago de Chile. ¡Sí! En nuestro vecino país también hay un cerro con el mismo nombre. La diferencia es que nuestro San Cristóbal de Lima tiene una cruz con una larga historia, que data del tiempo de Francisco Pizarro y de la cual hablaremos más tarde, mientras que en el cerro chileno de San Cristóbal, bautizado así por el conquistador Pedro de Valdivia, encontramos una estatua de la Virgen María de la Inmaculada Concepción.

Georgina Zañero, la guía, cuenta que el cerro San Cristóbal de Lima fue bautizado así por Francisco Pizarro. «Esa es la versión que manejan los guías. Es un hecho histórico y ocurrió cuando el conquistador español se enfrentó al general Tito Yupanqui el año 1536», dice. Entonces las tropas del segundo no pudieron cruzar el río Rímac, lo cual hubiera significado la caída de los españoles. Esto fue considerado un milagro por Francisco Pizarro y, en agradecimiento a su santo patrón, bautizó con ese nombre a este cerro. También mandó a instalar aquí una cruz de madera que ha sido reemplazada en dos ocasiones.

«Luego de la cruz de Pizarro hubo otra cruz de hierro que, lamentablemente, por el tiempo y el clima se deterioró. La cruz actual que llama la atención, tanto a los turistas extranjeros como a los peruanos es de 1928, es de material de concreto y tiene 52 reflectores que se encienden a las 7 de la noche. Esta cruz fue obra del padre Francisco María de Aramburú, quien tuvo un maravilloso sueño. Él tenía su celda en el convento de los descalzos, al pie del cerro San Cristóbal. Una noche soñó con una cruz inmensa que iluminaba toda la ciudad y la protegía. Ese sueño le fue comentado al presidente Augusto B. Leguía, el cual dio la autorización para construirla», refiere Georgina.

EN PEREGRINACIÓN
Maritza Llaves, una vendedora de uno de los quioscos de la zona recuerda la Semana Santa como la fecha en la que más gente viene al cerro, lo mismo que el Día de la Cruz, que es el primer domingo de mayo. «En esa ocasión suben muchas personas en peregrinación y algunos traen orquestas», dice. La guía turística Georgina Zañero comenta también que todas aquellas personas que son devotas de San Cristóbal rezan el rosario, prendan sus velas y colocan piedritas en el camino como símbolo de sus pecados. A modo de broma dice que las piedras pequeñas han sido dejadas por las mujeres que no pecan ni con el pensamiento, mientras que las piedras grandes e inmensas fueron puestas allí por los hombres. «Todos sonríen y así entramos en confianza», dice.

Las estrellas del folclor y otros artistas de la nueva Lima también sienten fascinación por este lugar. Esta conclusión se desprende de lo que me cuenta Maritza. Según ella: Ruth Karina, Avencia Meza, Max Castro, el grupo América y hasta el grupo Cinco han subido para grabar sus videos o ver a sus pies, literalmente, a una ciudad tan difícil como Lima. Maritza Llaves recuerda también que una vez llegó el presidente de la República, Alan García, con toda su seguridad. Cuando le pido que me hable de otra anécdota que recuerde se le vienen a la mente unos asaltos ocurridos en la zona, pero luego sus amigas le pasan la voz para que se calle y rápidamente se corrige. «Ya no recuerdo nada», dice al respecto. Lo cierto es que ahora hay tres vigilantes que custodian la zona todo el tiempo.

Otra curiosidad de este cerro son las fachadas de las casas ubicadas en las faldas. Actualmente hay un programa del Gobierno que incentiva a los vecinos de la zona a pintarlas de colores cálidos, lo que habla de la esperanza y la alegría de sus habitantes. Lo mismo pareciera ocurrir con esta gran cruz ubicada en el cerro mayor de Lima, que hace evidente la naturaleza religiosa de sus habitantes.

Por Daniel Flores Bueno
Vamos! – El Comercio